Nuestra única seguridad

sábado, 17 de diciembre de 2011

Él es sabio de corazón y poderoso en fuerzas, ¿a quién, si quisiera resistirle, le iría bien? Job 9:4.


Judas tuvo las mismas oportunidades que los demás discípulos. Fue alcanzado por el amor de Jesús lo mismo que Pedro a orillas del mar, o Mateo en el banco de los cobradores de impuestos. Tal vez el temperamento del egoísta Pedro, o del explosivo Juan, el hijo del trueno, fuese peor que el de Judas. Sólo que todos ellos fueron un día sensibles a la voz de Jesús y acudieron a él llevando su carácter deformado por el pecado, su personalidad desfigurada por los traumas y complejos y un pasado lleno de episodios vergonzosos.
La tragedia de Judas no se debió a la falta de oportunidades. Así como los otros once, él también tuvo la oportunidad de convivir diariamente con Jesús, pero no obedeció a su voz, sino que fue endureciendo lentamente su corazón, jugando con las cosas santas, y sin darse cuenta entró en la tierra de nadie, en el valle de la insensibilidad, en el país del cual no hay retorno.
"¿A quién, si quisiera resistirle, le iría bien?", es la pregunta que presenta el texto de hoy. Mucha gente queda confusa cuando alguien que estudiaba y predicaba la Palabra de Dios, cae de repente y se aparta completamente de los caminos de Jesús. Caer, aunque es una experiencia dolorosa y hasta trágica, no sería el mayor problema, porque en el momento en que el ser humano saca los ojos de Jesús puede hundirse en el mar de la vida, como Pedro. Pero, ¿cómo entender que alguien no quiera saber nada más de Jesús, e incluso se vuelva contra Dios, su doctrina y su pueblo?
Casi siempre, por detrás de toda actitud semejante existe una historia de endurecimiento gradual. Nadie abandona a Jesús y a su iglesia de un momento para otro. La voz de Dios, que no es otra cosa que el trabajo del Espíritu Santo en el corazón, siempre está hablándonos. Pero si el hombre comienza a jugar con ella, la oye, pero no le hace caso. Se familiariza con ella, pero no la respeta. Estudia la Palabra, pero no la obedece. Conoce la luz, pero no la sigue. ¿Y cuál es el fin! Nadie puede estar seguro lejos de la orientación divina. "¿Quién se endureció contra él y le fue bien?"
La única seguridad del hombre es dejarse guiar por la voz del Espíritu, y también lo es la de la iglesia. Tengo la certeza de que la iglesia triunfará. Pero no será por causa de una profecía que anuncia su victoria, sino porque permitió ser guiada por el Espíritu Santo. La seguridad de la iglesia no está en sus edificios, ni en sus instituciones, ni en los hombres brillantes que pueda tener, ni en los métodos, por más bíblicos que sean. Ella triunfará sólo en la medida en que todos, líderes y liderados, seamos sensibles a la voz de Dios, porque nadie se endureció contra él y permaneció seguro.
El fin de Judas fue trágico. Cuando vio que todo estaba perdido, se apoderó de él el remordimiento y la desesperación. Entonces fue y se ahorcó. Un triste final para alguien que convivió con Jesús pero que nunca quiso oír su voz.

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