Dios te ama tanto que siempre esta hay para ti por que tu eres lo mas importante para EL

miércoles, 26 de octubre de 2016

Valor versus desánimo

“Sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. […] Hasta prisiones a modo de malhechor, mas la palabra de Dios no está presa. Por tanto, todo lo soporto”. 2 Timoteo 2:3, 9, 10.

Corrían los horribles días de la Segunda Guerra Mundial. Francia había capitulado y la fuerza enemiga amenazaba a Londres. Todas las noches las sirenas aullaban sobre la ciudad atemorizada. La gente huía al refugio más cercano mientras oraba y buscaba protección.

¿Perderían su preciosa libertad? ¿Terminaría algún día el horror? ¿Hasta cuándo podrían soportar tanta destrucción y dolor? Había una voz, que cuando se alzaba por encima del fragor de las bombas, reanimaba a los sufridos londinenses. Era la voz de su dirigente Sir Winston Churchill. No hablaba palabras de desaliento ni de rendición. “Vuestro valor –decía reiteradamente– y vuestro ánimo ganarán la victoria”. Y la ganaron. Honraron a su líder y resurgieron de las cenizas de la destrucción real y de la otra, igualmente pavorosa, la destrucción del valor para enfrentar la adversidad.

Acompañemos a un anciano. Está en una cárcel infrahumana. Un brazo del Tíber corre cerca y humedece la celda. No hay ventana, ya que el condenado está en el segundo nivel de un subsuelo.

Solo hay un agujero en el techo de roca por donde le hacen llegar la comida. Tampoco hay servicio sanitario. ¿Puedes imaginar un lugar peor? Allí, en la Cárcel Mamertina, Pablo pasó sus últimos días de vida.

Yo estaría deprimida, pero fíjate lo que le escribió a Timoteo, su fiel compañero: “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos” (2 Tim. 3:10, 11). ¡Qué ejemplo de valor! ¡Qué precioso legado para los que soportan dificultades en cualquiera de sus formas!

Churchill sabía que mientras el pueblo de Londres no se entregara al desaliento había esperanza. Pablo también sabía que en la fortaleza para soportar los sufrimientos estaba el secreto del triunfo.

Querida amiga, si estás enfrentado un momento difícil, el Señor te da esta promesa: “Solamente esfuérzate y sé muy valiente […] porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Jos. 1:7, 8).

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