Es mejor dar que recibir , ya que en tu corazon se siente una linda satisfacción por dar al que necesite, tanto físico como espiritual

viernes, 21 de octubre de 2016

Feliz el que piensa en el pobre

Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová. Jehová lo guardará, y le dará vida; será bienaventurado en la tierra… Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su enfermedad. Salmo 41:1-3.

El darwinismo social, esa corriente ideológica derivada del darwinismo natural, o biológico, nos enseña que en el mundo en que vivimos impera la ley del más apto, la supervivencia del más fuerte. Que cada uno se arregle como pueda -proclama-, y que triunfe el más competente, el más capaz, el mejor dotado. Los demás, sea por falta de capacidad o de fuerza, deben quedar excluidos de los privilegios sociales, en los márgenes de la sociedad. No deben ser parásitos y beneficiarse de los logros materiales obtenidos por los más competentes.

Es cierto que hay “pobres y pobres”. Hay quienes lo son por negligencia, porque prefieren la ley del menor esfuerzo, el vivir a costa de otros. Pero también están los pobres “dignos”, aquellos a quienes les han cercenado las posibilidades de trabajo por un capitalismo salvaje, que usa a las personas como objetos y luego las desecha cuando no puede obtener tantas ganancias; o que por razones de salud, de edad, de falta de educación adecuada, son marginados del mercado laboral. Ellos intentan luchar, pero no les alcanza lo poco que pueden ganar para vivir, o ni siquiera les dan la posibilidad de luchar. Pasan a engrosar el número de los desocupados, uno de los mayores dramas de nuestra sociedad.

El cristianismo verdadero es la religión de la compasión, de la misericordia. Son tantas las causas por las que los menos afortunados padecen necesidades que no podemos juzgar a mansalva -como hacen muchos desde la posición cómoda en que se encuentran- las razones de su pobreza, y calificarlos a todos de “vividores”. Como cristianos, debemos acercarnos a las personas necesitadas, conocerlas, comprenderlas, compadecernos de ellas y, en la medida de nuestras posibilidades, tenderles una mano amiga, para, en primer lugar, ayudarlas a sobrellevar su situación de desgracia, y en segundo lugar ver qué podemos hacer para sacarlas del estado en que se encuentran, y brindarles medios para su reinserción social y para poder ganarse la vida dignamente.

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