Una de las satisfacciones mas bellas de la vida, no recibir si no dar por que cuando das, tu corazón es mas FELIZ

miércoles, 12 de octubre de 2016

Amor en acción

El apóstol Juan dice: “Pero el que tiene bienes en este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:17, 18).
Elena White escribió: “Muchos pueden ser alcanzados sólo por medio de actos de bondad desinteresados. Sus necesidades físicas deben ser atendidas primero. A medida que vean manifestaciones de amor generoso, será más fácil que crean en el amor de Cristo”.2 Aunque es verdad que la iglesia o los cristianos separadamente no pueden eliminar la pobreza o la enfermedad del planeta, debemos cumplir con nuestro deber cristiano y responsabilidad social hacia los menos afortunados, siendo sensibles a los efectos de la pobreza, la enfermedad y la injusticia en la vida de las personas. La Biblia sostiene que el mejorar la situación de los pobres incluye cambios religiosos, sociales y económicos.
La autora Viv Grigg dirigía su palabra en un tono bajo y casi reverente a un grupo de 20 jóvenes visionarios de edad universitaria, sobre los desafíos provocados por la pobreza. Les explicaba cómo deberían reaccionar los jóvenes cristianos ante este desafío y verlo como una oportunidad para irradiar la compasión, el cuidado y el interés de Jesús. Según Viv, “la pobreza es el problema de nuestra época. Y entre los espectros de la pobreza, pocos pueden igualar al ofrecido por las crecientes mega-ciudades del Tercer Mundo. La migración urbana es la mayor migración masiva del mundo de hoy. Los habitantes rurales se están volcando sobre estas mega-ciudades, cuya población se duplica cada diez años. Para el año 2000, un tercio de la población mundial vivirá en estas ciudades y el 40 por ciento se compondrá de habitantes ilegales residentes en barrios pobres”.3
Grigg procedió luego a desafiar al grupo de jóvenes idealistas a asumir sus responsabilidades sociales como un llamado de Dios. Los animó a evaluar dónde podrían comenzar y el trayecto que recorrerían, cómo en su propia experiencia y contexto podrían encontrarse personalmente con la pobreza o relacionarse con personas pobres. Entonces les dijo que, ya que no eran víctimas de la pobreza y la injusticia, debían asumir con seriedad su posición de privilegio y trabajar en beneficio de los menos afortunados. Habían sido bendecidos para que a su vez pudiesen bendecir al mundo, sobre todo al mundo sufriente.
Y en un tono de profunda convicción, Grigg concluyó la reunión con el siguiente desafío: “Dios está llamando, está buscando a hombres y mujeres que escuchen su voz y prediquen su mensaje a los habitantes de estas ciudades. Dios quiere quebrantarnos para que lleguemos a ser granos de trigo que mueran a sí mismos y que den sus vidas por los pobres”.

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