Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

miércoles, 6 de mayo de 2015


Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de
nuestro Señor Jesucristo. Efesios 5:20.
E
l versículo de ayer hablaba de la gratitud “en todo”. Hoy, el apóstol Pablo
te lleva a seguir creciendo en la experiencia cristiana: No es sufi ciente
con agradecer a Dios “en todo”; es necesario llegar al punto de ser grato “por
todo”. Hasta por el dolor y las lágrimas; por la muerte, incluso. Por las cosas
que no entiendes y que te hacen sufrir. Por el misterio de las injusticias, que
te deja el corazón partido.
El mundo en el que vives es un mundo de dolor. El pecado trajo sufri-
miento y muerte. La tristeza, hoy, es ley de esta vida. Sufren los buenos y los
malos; nadie es inmune al dolor.
Entonces, Dios toma el dolor y lo transforma en un instrumento peda-
gógico. Es en el sufrimiento que creces y te haces grande; es su fuego que te
conduce al valle de la purifi cación. Como el oro y como el diamante que, en
el fuego de las difi cultades y en el dolor del esmeril, se hacen más puros.



Tal vez no lo entiendas hoy. Quién sabe, en este momento tu mundo se
derrumba a pedazos. Miras hacia adelante, y nada ves. Las sombras te asus-
tan. ¡Y ahora viene San Pablo a decirte que debes ser agradecido por todo!
¿Cómo serlo, cuando el dolor te asfi xia? Entonces, déjame decirte por
qué es necesario ser agradecido.



Cuando dices “Gracias, Señor”, reconoces que, por detrás del dolor y de
las lágrimas, hay Alguien allá, arriba. Al hacerlo, tu inconsciente se siente
seguro aunque no lo percibas conscientemente. La noche continúa, pero tu
cielo se ilumina de estrellas; y puedes caminar aunque el sol todavía no haya
salido.



Por eso, hoy, dirige tus ojos a Dios y dile: “Señor, no entiendo nada. Des-
de mi punto de vista, lo que me está sucediendo parece absurdo e injusto,
pero tú eres mi Dios y, aunque no entiendo ni imagino por qué permites que
sufra, acepto tu plan soberano en mi vida, y te agradezco”.



En ese instante verás cómo, desde el fondo de tu ser; de allí donde solo
había un ser tímido y pesimista, nace un guerrero con actitud victoriosa. Y
partes para la lucha sabiendo que, aunque tengas que sangrar, la victoria está
asegurada.



¿Qué esperas? Sal a tus actividades diarias “dando siempre gracias por
todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.

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