DIOS es el que puede dirigir el camino todos y cada uno de los seres humanos, confía en Dios siempre

lunes, 31 de octubre de 2016

Un Dios de todos I

Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. Juan 1:9.

Pero, me dirás tú, ¿no hay gente buena en el mundo aparte de los cristianos? ¿No hay gente incluso mucho más ética que muchos creyentes, y con mayor sentido de solidaridad, que se esfuerza por ayudar a los más necesitados, sin tener que ver con Dios y la religión?

Sí, la hay. Pero ¿no es que somos todos pecadores, y que sin Dios el ser humano produce continuamente el mal? ¿De dónde, entonces, saca esta gente su bondad y su inteligencia, si vive apartada de Dios?

La Palabra de Dios nos contesta estas preguntas, y en su respuesta podemos advertir la grandeza del Dios al que adoramos. Él es el Dios de la humanidad toda, y no de un solo grupo de personas, llámense estas adventistas, cristianos, judíos o alguna iglesia en particular.

Jesús es la “luz verdadera que alumbra a todo hombre”. Fíjate que no dice, el texto, que Jesús alumbra solo a los adventistas, o cristianos o judíos, o de alguna otra confesión religiosa, sino que alumbra “a todo hombre”. En otras palabras, todo ser humano, sin importar su religión o su ideología filosófica (incluyendo a los ateos y a los agnósticos), es iluminado por la luz de Jesús, el Creador y Redentor. No hay ser humano, sin importar su condición, que no reciba destellos de la luz de Jesús que alumbran su conciencia moral.

Dios, que desea el bien presente y sobre todo la felicidad eterna de todo ser humano, no puede dejar en las tinieblas morales a tanta gente que no tiene la oportunidad de conocer el mensaje del evangelio. Ten en cuenta que en este momento, en el mundo, somos siete mil millones de personas (acabamos de llegar a esa cifra en octubre de 2011), de las cuales aproximadamente dos mil millones son cristianas y unos catorce millones son judíos. ¿Qué sucede con los otros casi cinco mil millones de personas? ¿No tienen oportunidad de salvación? ¿No hay bien ni bondad ni sabiduría en ninguna de esas personas?

Esto no significa que no debamos predicar el evangelio, pero sí que tenemos la bendita seguridad de que, por el Espíritu Santo, Dios está intentando derramar su bendición espiritual sobre todo ser humano.

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