Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia
atrás, es apto para el reino de Dios. Lucas 9:62.
¡N
o te desanimes! Aunque todo te parezca perdido. Hay agua allá, en el
fondo; continúa cavando. Muchos han muerto de sed a la orilla del
río. Faltaban apenas unos pasos, pero miraron hacia atrás, y sus nombres se
hicieron polvo en la carretera de la vida.
Alejandro el Grande agonizaba, un día, de sed en el desierto de Gedro-
sia, durante la conquista de Persia. Se vio tentado a abandonar la idea de
conquistar el mundo de sus días. Estaba cansado, y sus soldados estaban
muriendo uno a uno. Sentía que ya no tenía fuerzas para seguir adelante, y
se sentó a la sombra de una roca, esperando el momento fi nal.



Mientras esperaba la muerte, vio a una hormiga que intentaba vencer
la difi cultad de un montículo, cargando una paja. Cayó una, dos, tres veces.



El desanimado jefe de los ejércitos griegos contó 38 veces, hasta que el di-
minuto animal logró vencer el obstáculo. Entonces, se preguntó a sí mismo,
avergonzado: ¿No soy mejor que una hormiga?



En ese instante, en medio del calor infernal, apareció un soldado con un
casco lleno de agua fresca, y la ofreció a su rey. Alejandro esperó a que los
soldados se percataran del hecho y se acercasen, movidos por la curiosidad.



El poderoso conquistador tomó el casco, derramó el agua lentamente,
ante los ojos atónitos de los soldados, y exclamó: “Demasiado para un solo
hombre, y demasiado poco para todos”. Este hecho levantó el ánimo de la
tropa, y fue de allí que partieron para la conquista de Persia. Lo que vino
después es registro de la historia...



Por eso, ¡no te desanimes! La vida está hecha de luchas y de difi cultades;
si no fuese así, tal vez no sería desafi ante el hecho de vivir. Al nacer, entraste
en la lucha de esta vida; pusiste tu mano sobre el arado. Entonces, sigue ade-
lante, venciendo el calor del mediodía, el frío inclemente de la noche oscura
o la helada madrugada de tu propia inexperiencia.



¡Despierta! ¡Es hora de luchar y de vencer! El reino es de los valientes, y
los valientes lo conquistan. Mucho más, si estás seguro de que la tuya no es
una lucha solitaria: Jesús está a tu lado, dispuesto a inspirarte y sostener tus
manos cuando estás cansado.



No salgas hoy de tu casa sin recordar las palabras de Jesús: “Ninguno
que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de
Dios”.

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