Amarás a tu prójimo
como a ti mismo» (Mateo 22:39).
¿Alguna
vez ha pensado en qué querría decir Jesús al ordenarnos que amemos al prójimo
como a nosotros mismos? No dijo que tenemos que amar al prójimo y ya está. Si
eso fuera todo, quizá pudiéramos amarlo a distancia. Quizá lo tratásemos como
si fuera de la familia, pero un poco menos. Probablemente haríamos por él la
mitad, una tercera parte o una décima parte de lo que hacemos por nosotros
mismos. Sí, habría resultado más cómodo que Jesús dijera: «Amad al prójimo».
Pero no, dijo que tenemos que amar al prójimo como a nosotros mismos.
Ahora
repito la pregunta: ¿Qué significa amar a alguien como a uno mismo? Está bien,
responda a esta pregunta: ¿De quién son los dientes que cepilló esta mañana?
¿De quién es el pelo que peinó? ¿De quién, la ropa que cuelga en su armario? ¿Y
la cuenta de ahorros que tiene en el banco? Nos ocupamos de nosotros mismos.
Nos amamos. Amar es ocuparse de las necesidades. Aceptémoslo. Nos ocupamos de
nuestras necesidades.
Cuando
tenemos un interés personal, queremos satisfacerlo. Cuando tenemos una
necesidad, queremos satisfacerla. Cuando tenemos un deseo, queremos cumplirlo.
Si tenemos una esperanza, queremos que se cumpla.
Estamos
preocupados por nuestro bienestar, nuestra comodidad, nuestra seguridad,
nuestros intereses y nuestra salud, tanto física como espiritual, temporal y
eterna. Nos preocupamos mucho por nuestros asuntos. Buscamos nuestro propio
placer y no conocemos límite a la hora de obtener lo que deseamos. Ya ve, esta
es exactamente la forma en que tenemos que amar a los demás.
En
otras palabras, tenemos que alimentar por el prójimo un amor completamente
sincero, ferviente, habitual y permanente, que ponga en nuestro corazón su
interés, sus necesidades, sus deseos, sus ansias, sus esperanzas y sus
ambiciones; a la vez que nos impulsa a hacer todo lo posible para asegurarnos
de que todo su bienestar, toda su seguridad, toda su comodidad y todos sus
intereses se cumplen, de modo que cumplir para él todo lo que necesite, lo que
quiera o lo que le da placer, sea nuestro principal anhelo. Eso es lo que Jesús
quiso decir con el mandato de amar al prójimo como a nosotros mismos.
Hoy
le sugiero que piense en todo lo bueno que Dios ha hecho por usted. Luego ore
para que él le muestre de qué manera usted puede convertirse en una bendición
para los demás. (Basado en Mateo 5: 44)