«Él entonces, respondiendo, le dijo. “Señor, déjala todavía este
año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Si da fruto, bien; y si
no, la cortarás después”. (Lucas 13: 8-9)
Georges Stéveny y Jean Zurcher fueron dos obreros prominentes de
la entonces División Euroafricana, queridos y admirados por mí. Ambos habían
dirigido nuestro Seminario Adventista de Collonges (Francia); ambos habían sido
secretarios generales de la División; ambos eran teólogos reputados, autores de
varios libros, profundamente convencidos del mensaje adventista y defensores
comprometidos de nuestra doctrina. Mantuve con estos dos pastores una relación
de sincera amistad y reconocimiento. En el verano del año 2000, Georges
Stéveny, a quien le acababan de diagnosticar una enfermedad terminal, me decía:
«El cese repentino de todas mis actividades me ha llegado como un rayo caído
del cielo, completamente inesperado. A decir verdad, es lo que me ha causado
mayor mal. Pero, ¿qué importa siempre que la comunión con Cristo permanezca
intacta? A ello nos aferramos mi esposa y yo, sabiendo que los hijos de Dios,
en sus tragedias, no están sin socorro (Isaías 63: 9)». El Señor le prolongó la
vida cuatro años más.
En cuanto a Jean Zurcher, en 2001 nos comunicaba: «En lo que a
mi concierne, voy a tener que cesar en mis actividades de investigación y como
escritor. Dentro de unos días iré al hospital de Lausana (Suiza) para ser
operado del hígado. Se trata de extirpar un tumor canceroso. El Señor, en su
bondad, hará que todas las cosas concurran en favor de mi restablecimiento. Le
estoy pidiendo me conceda la gracia de servirle todavía por algún tiempo». Y el
Señor le regaló dos años más de vida.
El tiempo de vida de los hijos de Dios lo administra el Señor
mismo. A la higuera de la parábola se le dio un año más. Ese año de gracia
prolongado fue un tiempo providencial, porque el viñador se comprometió a
multiplicar sus esfuerzos para que diese fruto. La parábola nos habla de
intercesión, ayuda, apoyo eficaz, nuevos dones y nuevas oportunidades. El
mensaje de la parábola es de promesa y misericordia que podemos aplicar al
comienzo de un nuevo año.
Ante el próximo 2016, asociemos nuestros planes y proyectos a la
gracia y la providencia divinas, y emprendamos el nuevo año con absoluta confianza
como hicieron Georges y Jean, mis amigos, cuando supieron que les quedaba poco
tiempo.
Pero hay un Dios en los ciclos… que conoce la línea del tiempo
de nuestra vida. Por eso, vive hoy y mañana para honrarlo con tu vida.
Tomado de: Lecturas
devocionales para Adultos 2015
“Pero hay un Dios en los Cielos”
Por: Carlos Puyol Bui
“Pero hay un Dios en los Cielos”
Por: Carlos Puyol Bui