El porqué del éxito
Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga. Marcos 4:28.
¿Por qué algunas cosas crecen y otras no? ¿Por qué el diminuto grupo sabatario, con sus doctrinas poco populares, no solo sobrevivió sino además prospero?
Esa cuestión es imposible de responder con absoluta certidumbre, pero los datos históricos sugieren varias razones. Sin embargo, antes de explorarlas, necesitamos echar un vistazo a un interrogante estrechamente relacionado: ¿Por qué triunfo el millerismo? Parece que ambos movimientos experimentaron el éxito, básicamente, por las mismas razones.
Una serie de eruditos no adventistas también se ha planteado la pregunta del porqué del crecimiento, especialmente en términos de millerismo. Uno de ellos sugiere que el movimiento surgió en el momento correcto. De modo que los desastres naturales (como el cambio de los patrones climáticos) y las crisis socioeconómicas (como el pánico o la depresión de 1837) brindaron un clima en el que la gente buscaba soluciones en tiempos de estrés y tensión. En resumen, el mensaje de Miller brindo esperanza, en un mundo en el que el esfuerzo humano no lograba alcanzar los resultados esperados. En otras palabras, cuando nos pasan las peores cosas, en términos humanos, las opciones milenaristas parecían ser las más viables. Encontramos esa verdad ilustrada, en la historia adventista del séptimo día, por el aumento de los resultados evangelizadores durante la Primera Guerra Mundial y otros periodos problemáticos del siglo XX.
Un segundo erudito no adventista vio el éxito del millerismo en su ortodoxia: su armonía esencial con otras fuerzas religiosas de la época. La única “herejía” esencial del millerismo era su visión del Advenimiento premilenial. Pero, la misma ortodoxia del movimiento en la mayoría de las cuestiones hizo que la población estuviese abierta a su mensaje poco convencional.
Una tercera respuesta para el éxito del millerismo es que surgió en un lugar de reavivamiento que le proveyó un método para hacer proselitismo, una atmosfera de esperanza milenial que brindaba dirección al movimiento, y un temperamento dominante de fe que permitió que la gente respondiera al reavivamiento y aceptara la visión del nuevo mundo venidero.
Esos factores externos sin duda brindaron el terreno en el que pudieron prosperar el millerismo y el adventismo del séptimo día. Pero, aún más importantes fueron las fuerzas internas (que examinaremos en los días siguientes) que llevaron al millerismo y al adventismo del séptimo día al éxito de sus respectivas misiones.
Esas mismas fuerzas, podría agregar, no solo inspiran a los movimientos a la acción, sino también a las personas. Por lo tanto, tienen significado para nuestra vida en el siglo XXI.