Lo pude hacer todo… ¡en Cristo!
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4:13.
Desperté hoy con esta promesa en mente y supe que, a pesar de mis flaquezas, mi malestar físico, mi falta de fuerza de voluntad y mis limitaciones, Cristo me ayudaría. Estas palabras me llenaron de paz y esperanza, y enfrenté el día con seguridad.
A media tarde, hice un recuento de las tareas que me había propuesto y advertí que, sin mucho esfuerzo, había logrado casi todas, al menos las de más importancia. Quedaban solo un par en la lista, y escribir era una de ellas. Me dirigí a mi compañera, la computadora, sin saber por dónde comenzar; elevé una plegaria y las palabras comenzaron a fluir.
No todos los días son iguales; unos requieren más esfuerzo, más perseverancia, más fe y más confianza en las promesas divinas; y otros una doble porción del Espíritu, y gracia para cumplir con nuestros deberes y responsabilidades. Pero Dios ha hecho provisión diaria para ti y para mí. ¡Alabado sea nuestro Señor, que no nos deja librados a nuestra suerte!
No importa tanto si hoy te sientes capaz o incapaz, feliz o triste, animada o desanimada, enferma o alentada, cargada o descansada; una cosa es segura: No tienes por qué enfrentar sola tus desafíos. Puedes enfrentarlos con la seguridad que nos provee Dios por medio de sus promesas. Y la promesa de hoy es amplia; es suficiente para cualquier necesidad y hasta para los imprevistos que nos toque afrontar. Nada se excluye, pues “todo” significa eso: ¡todo!
¿Qué te desafía hoy? ¿Trabajo? ¿Escuela? ¿Hogar? ¿Familia? ¿Finanzas? ¿Salud? ¿Espiritualidad? ¿Pruebas? ¿Amistades? ¿Planes? ¿.Transporte? ¿Pérdidas? ¿Sufrimiento?
Como Pablo, repite con tu confianza anclada en el Dios de lo imposible: “Todo lo puedo en mi Cristo, quien me fortalece”. ¿Qué más necesitas para triunfar hoy? Si todo lo tienes asegurado, porque Cristo está a tu lado, afórrate de su mano y ve adelante confiada.
Alabo a Dios por sus promesas y por la forma en que él las trae a mi mente justo cuando las necesito. También lo alabo porque cumple sus promesas en mi vida aunque no lo merezco. ¿No es maravilloso nuestro Dios y Señor?