MATUTINA DE LA MUJER: UNA CITA ESPECIAL DE - Edilma Balboa

miércoles, 8 de febrero de 2012


EL AMOR Y LA GRATITUD

Recréate siempre en su amor. (Proverbios 5:19).

Se cuenta la historia de un árbol muy frondoso que regalaba a todos el frescor de su sombra, el aroma de sus flores y el canto de los pajarillos que anidaban en él. Había también un niño que conversaba a ratos con el árbol, contándole sus vivencias. Pronto, el pequeño se convirtió en un adolescente. Un día el árbol lo vio a lo lejos y lo llamó.
—Amigo, acércate para que hablemos. ¿Cómo te ha ido? —No tengo tiempo ahora —dijo el muchacho—. Estoy buscando dinero. ¿Tienes dinero para darme?
—No, pero tengo frutos en mis ramas. Llévatelos y obtendrás el dinero que necesitas.
—Buena idea —y acto seguido el joven cargó con todos los frutos, incluyendo los que aún no estaban maduros, y se fue.
El árbol se sorprendió de que no le diera las gracias, pero pensó que el joven tenía prisa. Pasaron diez años, y cuando volvieron a encontrarse el chico ya era un hombre.
—¡Qué crecido estás! — le dijo el árbol—. ¿Cómo te va?
—No me va bien porque necesito una casa. ¿Acaso podrías darme una?
—No. Pero mis ramas son fuertes y con su madera podrías construirla.
El joven cortó las ramas del árbol y se alejó sin pronunciar palabra o mostrar un gesto de gratitud. Con el tronco desnudo, el árbol se fue secando. Algún tiempo después vio venir a su conocido y le dijo: —¡Hola! ¿Qué necesitas esta vez? —Quiero viajar. Pero, ¿cómo podrías ayudarme? Ya no tienes ramas ni frutos que pueda vender.
—No importa —dijo el árbol—, puedes cortar mi tronco. Con él quizá consigas construir un bote para hacer tu viaje.
—Buena idea —dijo el hombre. Horas después trajo un hacha y taló el árbol. Construyó un bote y se fue. Del viejo árbol tan solo quedó un pequeño tocón a ras del suelo. Dicen que aún espera a su amigo para que le cuente su aventura o le dé las gracias. No se da cuenta de que ya no volverá.
Hay una gran enseñanza en este relato: algunas personas jamás regresarán donde ya no queda nada más que tomar. Recordemos ser agradecidas y volver siempre al lado de aquella persona que nos ha mostrado amistad y nos ha ayudado en la vida.





MILES DE MUJERES y de niños son abusados por quienes deberían prodigarles amor y cuidado. Cuando el abusador es un padre, un esposo, o incluso un novio, la persona abusada puede sufrir las consecuencias del abuso toda la vida.
El abuso en cualquiera de sus modalidades, ya sea fí¬sico, psicológico o sexual, constituye un atentado a nues¬tra condición de hijos de Dios. Sin embargo, muchas veces la astucia del abusador logra confundir a la víctima para que crea que merece el castigo y que lo recibe por su bien. De esa manera, se acepta el abuso.
Ninguna persona tiene derecho a abusar de otra; los hijos no son propiedad de sus padres, ni las esposas de sus maridos. Todos somos propiedad de Dios, quien es el único que puede disponer de nuestras vidas.
Por lo general los abusadores son individuos con gra¬ves trastornos de personalidad. Necesitan atención psico¬lógica y espiritual especializada. Algunos expertos han encontrado que la mayoría de los abusadores fueron a su vez víctimas de violencia durante su niñez o adolescencia. En sus vidas existe un historial ensombrecido por golpes, insultos, violaciones y otros abusos. Por esa razón no se puede esperar que un abusador corrija su conducta me¬diante el mero ejercicio de su voluntad, sino que necesi¬tará ayuda profesional.
Algunas madres hacen uso de la violencia física, afir¬mando que el niño la merece por mostrar una conducta agresiva o de rebeldía. En ese sentido debemos ser cuida¬dosas y analizar nuestros métodos disciplinarios. Si como madres las únicas herramientas que empleamos para re¬solver problemas de conducta son los golpes y los insul¬tos, quizá estemos abusando de nuestros hijos.
En el caso de un esposo o novio que ejerza algún tipo de violencia física o psicológica para someter a quien dice amar con la excusa de que lo hace por el bienestar de ambos, la mujer sencillamente estará siendo víctima de un chantaje. De ninguna manera dichos actos podrían considerarse como expresiones de amor.
Cada ser humano es especial y por tanto merece un trato respetuoso y delicado. Los golpes, los insultos, los so¬brenombres, las burlas, nos rebajan en nuestra calidad de hijos de Dios y nos alejan del ideal divino.
Erna Alvarado de Gómez

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