CONSUELOS EN CRISTO JESÚS - Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo

miércoles, 6 de mayo de 2015

CONSUELO

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de mi-
sericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas
nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar
a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación
con que nosotros somos consolados por Dios. 2 Corintios 1:3, 4.

E l dolor tiene un propósito. Siempre. Aunque no lo entiendas ahora; 
aunque las lágrimas te impidan ver los brazos abiertos de Jesús. Dios
te consuela, para enseñarte a consolar. Fuiste colocado en este mundo con
el propósito de ser un agente de consolación. Las personas sufren; lloran; se 
desesperan. No saben adónde ir en busca de ayuda. Y Dios te hizo un rayo de
esperanza entre las tinieblas del dolor ajeno.
Pero, nadie nace sabiendo consolar; necesitas prepararte en la escuela del
dolor. Es imposible entender el sufrimiento leyendo un libro o participando
de un seminario. La única forma de aprender es sufriendo; solo entiendes el
valor de una lágrima, llorando...
El versículo de hoy no dice que Dios te envía el sufrimiento; nada que te
cause dolor proviene de las manos de Dios. Él es el manantial solo de cosas
buenas. El problema es que vives en un mundo de dolor; el sufrimiento es la
ley de este mundo de pecado. Sufren los malos, y sufren también los buenos.
Dios, entonces, toma el dolor y lo transforma en un instrumento de en-
señanza. Viene y te consuela para que aprendas a consolar; después, te envía
a fi n de que seas un agente de consolación.
¿Cómo podrías consolar al padre que llora delante del cuerpo inerte del
hijo, muerto en un accidente de tránsito, si tú no hubieses pasado por un
momento tan doloroso como aquel?
¿Qué podrías decir a la mujer desesperada porque el esposo la abandonó, 
si en algún momento no hubieses, también, tenido tus días de lágrimas y de 
soledad?
Por eso, no desesperes si hoy el dolor tocó a la puerta de tu vida. Dios
está ahí, cerca de ti, consolándote, aunque no lo veas. Está ahí, enjugando tus
lágrimas, porque “él te consuela en todas tus tribulaciones, para que puedas
también tú consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de
la consolación con que eres consolado por Dios”.

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