Justificados por la sangre preciosa de Dios

miércoles, 6 de mayo de 2015


Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos
salvos de la ira. Romanos 5:9.

S umergida en un mar de culpa, Alejandra se recrimina por los errores pa-
sados. No es religiosa; tampoco conoce la Biblia ni acaricia inquietudes
espirituales. Pero, la culpa la asfi xia y la paraliza. Algo, dentro de ella, parece
condenarla a una vida de sufrimiento. De cierto modo, siente que merece las 
adversidades que enfrenta.
El psicoanalista ha tratado de ayudarla a “justifi car” sus errores. Pero, por 
más que racionaliza en torno de ellos, algo más fuerte que el “poder” de su
mente le dice que es culpable. Alejandra ignora que el ser humano nace con
complejo de culpa; “culpa existencial”, dirían los sicólogos. 
No importa el nombre que se le dé. La naturaleza humana nace separada
de Dios y, lejos del Creador, no hay cómo ser feliz. A la joven dulce, de mira-
da penetrante y sonrisa melancólica, le llevó años descubrir el origen de su
angustia. 
Una noche, hastiada de envenenarse con remedios para dormir, tomó en
consideración la Biblia.
La primera pregunta que surgió en su mente fue: “¿Puede un libro tan 
antiguo satisfacer mis inquietudes?”. Había buscado respuestas en el enma-
rañado de sus ideas existencialistas; y no las había encontrado. Entonces, 
llevada por el instinto de conservación, se respondió a sí misma, delante de
la Biblia: “Nada pierdo intentándolo”.
Ese fue el inicio de su recuperación. Leyendo el Libro sagrado, descubrió
que todos los seres humanos nacen condenados a muerte: “No hay justo, ni 
aún uno”; “Todos pecamos y estamos destituidos de la gloria de Dios”. 
Después de leer esto, entendió el origen de su estado depresivo. Sus som-
bras, entonces, se volvieron más densas; sus noches, más oscuras. Pero, al
continuar leyendo, descubrió el versículo de hoy. 
Fue como si el sol iluminase de pronto su oscuridad. Aprendió a confi ar
en Jesús. Ella es pecadora, pero Jesús ha derramado su sangre para salvarla. 
Ahora está justifi cada. Su vida de errores ha sido lavada por la sangre mara-
villosa de Jesús. La “ira” divina no será más un fantasma en su vida. No más
días de angustia; no más noches de insomnio. Ella cree. Y eso le es contado
por justicia.
Esa puede ser, también, tu realidad hoy, si recuerdas que: “Mucho más, 
estando ya justifi cados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”.

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