Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino

miércoles, 6 de mayo de 2015


Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su
camino. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque
Jehová sostiene su mano. Salmo 37:23, 24.


I saías es un joven cristiano. Aprendió a depositar su confi anza en Dios
desde niño, y las cosas siempre le fueron bien. Hace cinco años, inició un
negocio. Iba viento en popa. Lamentablemente, quiso dar el paso más largo
que las piernas, y hoy la empresa está hundida en un mar de deudas.
El joven empresario entró en pánico. Se desesperó y, arrodillado, pregun-
tó a Dios: “¿Por qué permitiste todo esto, si yo siempre te coloqué a ti en el
control de mi empresa?”
Isaías necesitaba entender el texto de hoy. ¿Qué sucede cuando el ser hu-
mano permite que Dios ordene su camino? La vida es una experiencia de
crecimiento y de prosperidad. La palabra hebrea traducida como “ordenar” 
es kuwn, que signifi ca afi rmar, dar seguridad, establecer. ¿No es eso lo que
toda empresa necesita para dar resultado?
Cuando tus pies vacilan caminas con timidez; tienes miedo de arriesgar, 
no te atreves a avanzar. ¿Qué te falta? ¡Que Dios establezca tus pasos, que dé
fi rmeza a tus pies!
Conozco gente inteligente, capaz, luchadora y tenaz, que no prospera. 
Cualquier iniciativa termina en frustración. Entonces culpa a los demás y, si
no encuentra a otros para culpar, transfi ere la causa de su fracaso a la “mala
suerte” o al “destino”.
Por otro lado, el hecho de que Dios ordene tus pasos, como es el caso
de Isaías, ¿quiere decir que estarás libre de difi cultades? ¡No! Vives en un
mundo de dolor y tristeza. Muchas veces, tus pies resbalarán; encontrarás
hoyos traicioneros en tu senda, trampas, lodo, y hasta arena movediza. Pero, 
ahí entra la segunda parte del texto: “Cuando el hombre cayere, no quedará
postrado porque Jehová sostiene su mano”.
Esta es la fi gura del padre, que camina llevando a su hijo de la mano. Los
pies del niño pueden resbalar, tropezar, porque es niño; pero, mientras el
padre lo sostiene de la mano, el niño no queda caído.

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