Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él. Efesios 1:4

Odiel anhela vivir la vida en su plenitud. “El cielo es el límite”, se repite a sí mismo; y corre sin frenos por la carretera peligrosa de la vida. 
Es joven; demasiado joven, tal vez, para haber pasado por la escuela del sufri-
miento. Por eso, cree que el dolor solo existe para los que se permiten ese
“lujo”.
Sus padres sufren. Observan la desenfrenada carrera del hijo único. Qui-
sieran decidir por él, pero es imposible: llega un momento en que, a los
padres, solo les resta orar, rogando porque al hijo le vaya bien. Cualquier
palabra de advertencia levanta más el muro de separación que el propio hijo
erige.
Odiel detesta la palabra “santo”. La relaciona con adultos fanáticos, que
obligan a los jóvenes a vivir sin alegría ni gozo. En su mente evoca seres tris-
tes, con el ceño fruncido y amargura en las palabras. Cada vez que oye hablar
de la santidad, piensa en lo que está “prohibido” hacer.
Pero la santidad, según el versículo de hoy, tiene poco que ver con dejar
de hacer cosas malas o practicar cosas buenas. Santidad, en el sentido literal
de la palabra, signifi ca haber sido “apartado para un propósito especial”; la
consciencia de ese propósito es la que te lleva a vivir una vida diferente.


No estás en esta vida por casualidad. Desde antes de la fundación del
mundo, Dios deseaba que tu existencia fuese sin mancha. La mancha no
consiste en actos malos, solamente; la peor de las manchas es el deterioro del
maravilloso carácter de Jesús en tu vida. En el griego, la palabra mancha es
amomos, que signifi ca imperfecto, defectuoso.
No fue así que saliste de las manos del Creador. Tu destino es glorioso. El
propósito, para tu existencia, es la perfección. Pero, algo sucedió a lo largo
del camino y, hoy, el propósito divino se está deteriorando en ti.
Santidad es volver al estado de plenitud que Jesús anhela; un estado en el
que el mayor benefi ciado eres tú. Por eso, no salgas hoy por los caminos de-
safi antes que este día te presenta, sin tomar consciencia del propósito divino
para tu vida, y sin recordar que “nos escogió en él antes de la fundación del
mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”.

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