Cuando Oramos Y Confesamos Nuestros Pecados A Dios, Nuestra Alma Se Libera De Todas Las Cargas, Y Así Nos Acercamos Un Poco Mas A Dios

domingo, 7 de febrero de 2016


La confesión de los pecados


“Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).

Mientras estaba realizando mi tesis doctoral en la Universidad Autónoma de Madrid, visitaba regularmente a mi asesor para pedirle orientación. Él sabía que yo era pastor adventista, pero eso no impidió que llegásemos a simpatizar tanto que, en algún momento, me consideró como una ayuda en asuntos espirituales. Un día, en su casa, se sinceró conmigo y me hizo la siguiente pregunta: “Dígame, Puyol, ¿realmente es necesario confesarse con un hombre y abrirle las intimidades de la conciencia para poder comulgar? Mi esposa es católica practicante. A mí me gusta acompañarla los domingos a la misa y tomar la comunión con ella, pero no me gusta confesarme antes de participar en la eucaristía”. Me contó que quien había sido su confesor durante muchos años se había secularizado y había dejado el sacerdocio, además, se había casado y ahora guardaba en su memoria los secretos de las vidas de sus hijos e hijas de confesión. El profesor se sentía traicionado. ¿Qué podía hacer?
La confesión auricular no se generalizó en la iglesia cristiana primitiva hasta el año 600 de nuestra era. Antes de esa fecha, se realizaban confesiones públicas de algunos pecados y se recibía la absolución una vez al año, el Jueves Santo. Los pecados personales se dirimían mediante la confesión directa con Dios. Los católicos reconocen que el ego te absolvo (yo te perdono), que pronuncia el sacerdote es por delegación divina, porque solo Dios tiene per se potestad de perdonar los pecados (Mar. 2:7). La iglesia apostólica nunca entendió que Jesús estaba instituyendo la confesión auricular y la absolución consecuente por parte de los apóstoles. No existe ningún precedente de esta práctica religiosa en el Nuevo Testamento. Santiago habla de “confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros” (5:16) evidenciando, de este modo, la necesidad de perdonarnos unos a otros las ofensas que nos hacemos, sabiendo que ese perdón obra también en el cielo. Tampoco hemos de confundir la confesión auricular y la absolución de los pecados con el ejercicio de la disciplina eclesiástica que Dios delegó en la iglesia (Mat. 18:15-18) y de la que tenemos referentes en el Nuevo Testamento (1 Cor. 5:5; 1 Tim. 1:20).
Recomendé al profesor que se confesase directamente con Dios y diese, de este modo, paz a su conciencia. Después supe que un sacerdote, amigo suyo, le había recomendado lo mismo.
 confiesa al Señor tus pecados. Él te dará el perdón.






Quizás te Pueda Interesar..!!