¿Si Dios Dio Su Vida Por Nosotros? Y ¿Se Hizo Hombre Para Salvarnos? Por Que Nosotros No Le Damos El Lugar Que Se Merece En Nuestros Corazones

jueves, 4 de febrero de 2016

«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús: Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Más aún, hallándose en 1a condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». (Filipenses 2:5-8)

Cuando la lengua española estaba en sus albores, allá por los siglos X y XI, autores anónimos se inspiraron en los relatos de la Navidad o de la Pasión del Señor para crear las primeras formas del teatro. Los actos se representaban en las iglesias por varones que interpretaban tanto los papeles de hombres como de mujeres. La pieza más antigua de la literatura dramática española es precisamente un fragmento del relato de la Navidad titulado El auto de los Reyes Magos, encontrado en la sacristía de la catedral de Toledo a finales del siglo XII.
Los relatos de la Natividad tienen un valor asombroso, indiscutible, por la caracterización bien definida de sus personajes, por la plasticidad de sus escenas y por el argumento. Cada personaje actúa interpretando su papel ante el Niño Jesús, el personaje central de la escena. Y todos los protagonistas y todas las escenas están cargados de un profundo significado ético, espiritual y teológico.
Pero, ¿cuál es el argumento del auto de la Natividad? Se entiende por argumento el mensaje lanzado por los personajes de la función, la enseñanza didáctica, moral o espiritual que podemos sacar de ella. El apóstol Pablo nos revela que el principal argumento, la lección sublime de la Navidad es la renuncia, el anonadamiento o kenosis del Hijo de Dios. Pues bien, como en un gran escenario, cada personaje de las historias de la Navidad va a interpretar su papel, emulando o contradiciendo el renunciamiento ejemplar del Niño Jesús acostadito en el pesebre del estable donde nació.
Pero hay más, la renuncia es la clave del verdadero discipulado con Cristo y los creyentes de todos los tiempos debiéramos contemplar el relato del nacimiento de Jesús con espíritu de humildad y admiración: «Nos asombra el sacrificio realizado por el Salvador al trocar el trono del cielo por el pesebre, y la compañía de los ángeles que lo adoraban por las bestias del establo. La presunción y el orgullo humanos quedan reprendidos en su presencia» (El Deseado de todas las gentes, pág. 32). Por eso, el texto litúrgico del apóstol Pablo a los Filipenses comienza con la admonición: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús».
Que este día haya en ti el deseo de servir al ciclo.

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