Cómo
conocer la voluntad de Dios para mi vida
Por: Humberto M. Rasi
Nuestra
vida consiste en una serie de decisiones. Aunque algunas son de poca
importancia, otras tienen gran significado y traen consecuencias de largo
alcance. En cierto momento, cada uno de nosotros define su postura con respecto
a tres asuntos fundamentales. Primero, decidimos el papel que Dios y la
religión tendrán en nuestra vida. Segundo, escogemos la carrera o profesión con
que nos ganaremos el sustento diario. Tercero, resolvemos si nos casaremos o no
y quién será la persona con quien formaremos un hogar.
A
medida que avanzamos en la vida, seguimos haciendo decisiones. ¿Dónde
estudiaremos y qué título obtendremos? Al completar los estudios, ¿buscaremos
empleo o trabajaremos de manera independiente? ¿En qué localidad nos
radicaremos? ¿De qué manera emplearemos nuestras ganancias? Si nos casamos,
¿tendremos hijos o no? ¿Y cuántos?
A
través de los siglos, los seres humanos han utilizado diversos métodos para
tomar decisiones. Algunos buscan el consejo de amigos de experiencia o
consejeros de confianza. Otros abren la Biblia al azar para encontrar un pasaje
orientador o consultan a adivinos.
Como
cristianos, queremos hacer la voluntad de Dios cada vez que nos encontramos
frente a decisiones significativas. Cuando hablamos con el Señor en oración, a
menudo repetimos las palabras del Padrenuestro, que incluye esta petición:
“Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10).
¿Qué nos enseña la Biblia acerca de la voluntad de Dios?
El
significado de la palabra voluntad
La
palabra “voluntad” tiene tres significados básicos, que se aplican tanto
a Dios como a los seres humanos.
Voluntad:
la capacidad y el poder de elegir. Dios
posee la capacidad de decidir y la ha ejercido siempre. En cierto momento
decidió crear el universo y poblarlo con seres inteligentes. También escogió
ordenar este planeta y crear a Adán y a Eva para vivir en él. Más tarde eligió
a Abraham y a sus descendientes para que fueran su pueblo especial. Asimismo
decidió venir a este mundo como ser humano en la persona de Jesucristo para
rescatarnos del pecado mediante su muerte y resurrección.
Dios
nos creó con la capacidad de tomar decisiones, lo que constituye una parte
importante de haber sido formados “a imagen de Dios”. De ahí que podemos elegir
obedecerle o desobedecerle con consecuencias previsibles. (Ver Deuteronomio
30:15, 19, 20; Apocalipsis 3:20.) Dios respeta y protege nuestra libertad
individual de escoger. Él anhela que, al tomar decisiones, elijamos bien y de
esa manera desarrollemos nuestro carácter.
Voluntad:
el deseo de realizar algo o de alcanzar un objetivo. Dios, cuyo carácter es perfecto amor y
perfecta justicia, siempre desea lo bueno para sus criaturas (Jeremías 29:11) y
nunca se siente inclinado hacia el mal (Santiago 1:13). Él desea, por ejemplo,
que todos los seres humanos alcancemos la vida eterna (1 Timoteo 2:3, 4) y que
crezcamos espiritualmente (Colosenses 1:9, 10).
Los
seres humanos también sentimos el deseo de realizar algo o de alcanzar un
objetivo en la vida. Con frecuencia, por causa del pecado que nos afecta,
elegimos actuar de manera egoísta y perjudicial. El apóstol Pablo era
consciente de su inclinación al mal: “No hago lo que quiero, sino lo que
aborrezco, eso hago” (Romanos 7:15, 20).
Voluntad: propósito firme, determinación o plan. Pablo se refiere al plan de Dios, quien “hace todas
las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios1:11). Su plan de
salvación, por ejemplo, fue diseñado antes de la creación del mundo (1 Pedro
1:18-20). Cristo vino a este planeta en el momento preciso en la historia de la
redención (Gálatas 4:4, 5). Dios conoce el día y la hora en que Cristo
regresará en gloria a este mundo (Mateo 24:26, 27). También ha escogido el día
en que juzgará a los seres humanos de todos los tiempos (Hechos 17:31). En
algunos casos, Dios ha revelado aspectos importantes de su gran plan mediante
profecías cuyo cumplimiento es preciso. Y en el capítulo 2 del libro de Daniel,
por ejemplo, encontramos una secuencia de los poderes que han venido dominando
al mundo desde el imperio babilónico hasta el fin de la historia. Y en el libro
de Apocalipsis capítulos 2 y 3 se bosquejan las principales etapas de la
historia del cristianismo.
Uno
de los temas más interesantes para los cristianos es reflexionar sobre cómo
Dios llevará a cabo su plan de acuerdo con su voluntad soberana, mientras
permite que cada ser humano ejerza su libre albedrío. Esto inspiró al apóstol
Pablo a exclamar: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la
ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus
caminos!” (Romanos 11:33).
Algún
lector podrá preguntarse por qué es importante conocer la voluntad de Dios para
nuestra vida.
Debemos
reconocer que en nuestra condición natural no nos interesa ni nos importa conocer
la voluntad de Dios. Y aunque supiéramos lo que él anhela para nosotros,
tenderíamos a rechazar o a oponernos a sus mejores deseos. Por naturaleza,
estamos en rebelión contra él. Sin embargo, Dios anhela que cambiemos nuestra
actitud. Quiere ser nuestro Salvador y nuestro Amigo. Desea que le conozcamos,
amemos y obedezcamos, para que nos vaya bien en la vida. Por eso el Espíritu
Santo habla constantemente a nuestra conciencia. Nos invita: “Dame, hijo mío,
tu corazón y miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26). Quiere guiar
nuestras decisiones para nuestro bien (Salmo 32:8, 9). El apóstol Pablo nos
anima a volvernos especialistas en conocer la voluntad de Dios (Efesios 5:16,
17). Si la obedecemos, nos asegura que pasaremos la eternidad en su compañía
(Mateo 7:21; 1 Juan 2:17).
Por
eso Satanás procura que permanezcamos separados de Dios y en rebelión contra
él. Y aunque hayamos decidido obedecer a Dios, Satanás sigue intentando que le
desobedezcamos. Este proceso de prueba se conoce con el nombre detentación y
es permitido por Dios. Cada día de nuestra vida se libra en nuestra conciencia
este drama de consecuencias eternas. Mediante el Espíritu Santo, Dios nos
invita a que alineemos nuestra voluntad con la suya, mientras Satanás trata de
convencernos de que Dios no nos ama y no quiere que disfrutemos de la vida. Sin
embargo, cuanto más tiempo obedecemos a Dios, tanto más se debilitan las
tentaciones, porque Dios fortalece nuestra capacidad de elegir lo bueno.
Cuando
entendemos la guerra mortal en que estamos involucrados, también llegamos a
comprender por qué Dios está tan interesado en nuestra salud física y mental.
El desea que nada afecte nuestra capacidad de elegir consciente y libremente
entre obedecerle o desobedecerle. Por eso nos aconseja que mantengamos el
cuerpo libre de sustancias que disminuyen nuestra capacidad de razonar y que
conservemos nuestra mente libre de las influencias negativas que nos llegan a
través de lo que leemos, miramos u oímos. Nada debe impedir que escuchemos con
claridad la voz de Dios en nuestra conciencia.
¿Cuáles
son las condiciones?
Dios ha establecido
tres condiciones básicas para conocer su voluntad para nuestra vida.
Confianza en
que Dios existe, que es bueno y justo, y que desea lo mejor para nosotros
(Hebreos 11:6).
Obediencia:
Decidir obedecer a Dios en todo aquello en que ya haya revelado su voluntad
para nosotros. Esto requiere desterrar de nuestra vida todo pecado conocido.
Dice el salmista: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor
no me habría escuchado” (Salmo 66:18). Por otra parte, “si pedimos alguna cosa
conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14).
Sumisión:
Estar dispuestos a obedecer lo que Dios nos revele de su voluntad. Esto
requiere una actitud especial, porque nuestra tendencia natural es decirle al
Señor: “Muéstrame tu voluntad y después déjame que decida si la voy a obedecer
o no”. Se cuenta que un joven elevó a Dios una oración parecida: “Señor, quiero
servirte como misionero. Estoy listo a ir a cualquier parte que tú me envíes,
con tal que el sueldo sea bueno y el clima agradable”. Esta actitud tragicómica
se basa en dos falacias: Creer que sabemos mejor que Dios lo que nos conviene y
pensar que él no desea nuestra felicidad ni nuestra salvación eterna.
Existen
cinco factores que nos ayudan a conocer la voluntad de Dios y aplicarla a
nuestra vida. Vamos a repasarlos.
1. La Biblia: En este libro inspirado Dios comunica
su voluntad para todos los seres humanos de todos los tiempos. La Biblia nos provee instrucción específica
sobre la voluntad de Dios. También encontramos en ella ejemplos sobre las
bendiciones de la obediencia y los tristes resultados de la desobediencia. Por
eso nos conviene estudiarla cada día, individualmente y en grupos. Ella
contiene enseñanzas sobre la salvación, la familia, el trabajo, las finanzas,
los hábitos de vida y muchos otros temas importantes.
Pablo
dice que en las Escrituras podemos hallar todo lo necesario para vivir una vida
digna y alcanzar la vida eterna (2 Timoteo 3:15-17). Los cristianos encontramos
en los Diez Mandamientos (Éxodo 20:3-17) los grandes principios morales que
definen nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes (Lucas 10:27).
Cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador y Amigo, orientamos nuestra
existencia en base a esos principios como una expresión de nuestro amor hacia
él (Juan 14:15). Jesús no sólo presentó un modelo perfecto de cómo se viven
esos principios, sino que también explicó sus implicaciones para la vida real
(ver Mateo capítulos 5 al 7).
2. El Espíritu Santo: Dios se comunica con nosotros
mediante el Espíritu Santo hablando a nuestra conciencia. El Espíritu Santo es Dios mismo apelando a
nuestra voluntad (Isaías 30:21). Sin embargo, la conciencia no es siempre ni
necesariamente la voz de Dios, porque puede estar deformada o cauterizada.
Aunque el Espíritu Santo venía actuando en el mundo desde la Creación, cuando
Cristo completó su ministerio en esta Tierra y ascendió al cielo, nos dejó el
Espíritu Santo para cumplir una misión especial (Hechos 1:8).
Hay
momentos cuando escuchamos la voz del Espíritu de Dios con más claridad. Esto
sucede cuando oramos y permanecemos silenciosos aguardando la respuesta de
Dios. También ocurre cuando estudiamos un pasaje de la Biblia, meditamos sobre
su significado y le pedimos al Espíritu Santo que nos enseñe a aplicarlo a la
vida. Además, podemos sentir las impresiones de Dios cuando participamos con
otros cristianos en la adoración, el canto congregacional, la oración pública y
cuando escuchamos la exposición de la Palabra de Dios con poder.
Es
el Espíritu Santo quien nos hace entender las verdades espirituales (Juan 16:13)
y nos capacita para hacer lo que Dios desea (Filipenses 2:13; Hebreos 13:20,
21. El Espíritu también estimula nuestro pensamiento para imaginarnos el gozo
que experimentaremos cuando hagamos la voluntad de Dios (Salmo 37:3-6).
3. Los eventos de la vida: Dios nos ayuda a
discernir su voluntad al interpretar con sabiduría lo que nos acontece.Cuando tomamos una decisión que nos parece correcta
y avanzamos en cierta dirección, Dios con frecuencia abre o cierra las puertas
de la oportunidad delante de nosotros. Por ejemplo: Solicitamos admisión en
tres universidades y una de ellas nos acepta y además nos ofrece una beca.
Pedimos trabajo en dos empresas y una de ellas nos invita, con el sábado libre.
Conocemos a alguien, aparentemente por casualidad, y ese encuentro abre
oportunidades inesperadas.
En
la Biblia encontramos varios casos en que Dios utiliza los eventos para llevar
adelante su plan. Cuando los hermanos de José están a punto de matarlo
motivados por la envidia, una caravana de mercaderes pasa cerca de ellos en el
momento oportuno y lo compran como esclavo (Génesis 37:12-28). Años más tarde,
cuando José había llegado a ser el primer ministro del faraón en Egipto, les
dice a sus hermanos que Dios, en su providencia, lo había enviado a esa tierra
extraña para salvarles la vida a ellos y a toda su familia (Génesis 45:7, 8).
Rebeca
llega a buscar agua para su rebaño justamente cuando Eliezer, siervo de
Abraham, se acerca al mismo pozo después de haber orado a Dios para que le
ayudara a encontrar una esposa para Isaac (Génesis 24:12-46).
Dos
eventos en la vida de Pablo muestran la providencia divina en acción. Durante
uno de sus viajes misioneros, el apóstol decide dirigirse a una región de Asia
Menor para predicar el evangelio, pero el Espíritu Santo le impide hacerlo y en
cambio lo guía hacia Europa con ese fin (Hechos 16:6-10). Algún tiempo después
Pablo se propone viajar a Roma para comunicar el cristianismo en la capital del
vasto imperio (Hechos 19:21). Eventualmente llega a Roma a predicar las buenas
nuevas de salvación, pero como prisionero de las autoridades romanas (Hecho
23:11; Filipenses 1:12, 13).
En
cada caso, sin embargo, debemos interpretar los eventos y las circunstancias
asegurándonos de que no contradicen los principios de la Biblia y que coinciden
con la orientación del Espíritu Santo.
4. Consejeros cristianos: Personas de experiencia y
buen juicio que pueden ayudarnos a aplicar los principios de la Palabra de Dios
a nuestra vida. Cuando estamos frente a una decisión
importante, nos beneficiaremos mucho al escuchar el consejo de quienes nos
conocen bien, como nuestros profesores y mentores (Proverbios 11:14). Nuestros
padres, si son cristianos, también pueden orientarnos con sabiduría (Proverbios
23:22). De la misma manera, es valioso el parecer de pastores, capellanes y
líderes de confianza.1 (El apóstol Pablo prestó atención al consejo de sus
amigos durante los disturbios en Efeso y de esa manera probablemente salvó su
vida. Ver Hechos 19:30, 31.)
El
diálogo con personas de experiencia ofrece la ventaja de que pueden evaluar
nuestra situación con cierta objetividad. Además, pueden hacernos preguntas que
aclaren nuestro pensamiento y sugerir opciones que no habíamos considerado. Por
supuesto, si ya hemos formado nuestro hogar, debemos conversar con nuestro
cónyuge e incluso con nuestros hijos, evaluando el pro y el contra, puesto que
ellos también serán afectados por la decisión que tomemos.
5. La reflexión personal: Evaluamos con oración los
cuatro factores anteriores y tomamos una decisión. Ahora que hemos satisfecho las tres
condiciones –confianza en Dios, obediencia a su voluntad y sumisión a lo que él
nos indique– integramos los cuatro factores. Tomamos en cuenta los principios
bíblicos, las impresiones del Espíritu Santo, el sentido de dirección que nos
indican los eventos y el consejo de personas en quienes confiamos. La lista
titulada “Antes de tomar una decisión importante” puede ayudarnos en el
proceso.
Esto
es esencial, porque no debemos confiar demasiado en nuestro juicio, que con frecuencia
es parcial y limitado: “No te apoyes en tu propia prudencia. No seas sabio en
tu propia opinión” (Proverbios 3:5, 7), aconseja Salomón. “Hay camino que
parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 16:25).
Sin embargo, la decisión final debe ser nuestra.
A
pesar de haber tomado cuidadosamente estos cinco pasos, es posible que
cometamos errores y hagamos decisiones incorrectas. Pero Dios es paciente con
nosotros (Salmo 103:13, 14). Debemos pedir perdón, volver atrás y comenzar de
nuevo el proceso.
Conclusión
Durante
su ministerio, Jesús repitió varias veces un relato con variaciones. Es la
parábola del dueño de una hacienda que, antes de partir hacia una tierra
lejana, llama a su mayordomo y le pide que se haga cargo de toda su propiedad
mientras él se encuentra ausente. Cuando el dueño regresa le pide al mayordomo
un informe sobre cómo ha desempeñado sus responsabilidades. En otra versión,
Jesús cuenta el relato de un hombre rico que confía su fortuna a varios de sus
empleados y después de un tiempo les pide cuentas.
La
esencia de estos relatos es la misma: Dios nos ha confiado vida, talentos,
oportunidades y opciones para la acción. Nos provee orientación y se alegra
cuando tomamos buenas decisiones. Su promesa es segura: “Este Dios es Dios
nuestro eternamente y para siempre; él nos guiará aun más allá de la muerte”
(Salmo 48:14). Por eso, cuando hacemos frente a una decisión importante y
queremos conocer la voluntad de Dios, podemos orar como David: “Examíname, oh
Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en
mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23, 24).
Humberto
M. Rasi (Ph.D., Stanford University) es el fundador y redactor en jefe de
Diálogo Universitario.
REFERENCIAS