Dios No Busca Que Sus Hijos Sean Perfectos El Busca Persona Con Defectos Para Llegar A Sanar Y Rescatar Abramos Le El Corazón A Dios

viernes, 5 de febrero de 2016
  
NO SOY PERFECTO

«No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús». (Filipenses 3: 12)
Posiblemente no haya otro escrito de Pablo dirigido a una iglesia en el que el apóstol abra su corazón y revele a los creyentes los secretos de su vida espiritual como en la Epístola a los Filipenses. Se la ha llamado “epístola del amigo” o “epístola del gozo” y es, en efecto, la más íntima y personal, la más pastoral de cuantas escribió a una congregación. En ella, Pablo transmite a sus hermanos las divisas, los retos, las dificultades y los objetivos que guían su experiencia cristiana.
En ese particular fragmento de la epístola (Filipenses 3: 12-14), Pablo nos dice que articula la búsqueda de la perfección y el crecimiento espiritual en cinco pasos progresivos que corresponde dar al creyente:
1.       El reconocimiento humilde y sincero de nuestra condición individual: «Ni que ya sea perfecto».
2.       La polarización de nuestros esfuerzos e inquietudes en lo más importante: «Una cosa hago».
3.       La evaluación del pasado y del futuro: «Olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante».
4.       El valor de la perseverancia: «Prosigo a la meta».
5.       La consideración del premio prometido al final del camino: «El supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús».
Nadie debe conformarse con su condición espiritual, siempre hay algo más que conseguir. Nadie es superior ni puede erigirse en criterio y modelo de los demás; nuestra imperfección nos hace a todos iguales. Nadie debe fijar su mirada en los hombres para juzgar, criticar o emular, más bien, hemos de recordar: «Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12: 2). Todos estamos llamados a mejorar y para ello estamos obligados a hacer permanentemente una introspección de nuestra propia conciencia.
Pero esta no es una concepción pesimista del creyente, como a veces se ha dicho. La imperfección se convierte en nuestras vidas en el motor del progreso y del crecimiento espiritual. De este reconocimiento nace el espíritu de lucha y de superación porque el cristiano es un ser «en marcha», que se renueva y avanza constantemente porque Dios no tiene «nietos» que vivan de tradiciones y herencias paternas ganadas sin esfuerzo. Dios solo tiene hijos que, con su ayuda, han de labrarse una experiencia personal y administrar su propia fortuna espiritual.
Porque no eres perfecto, ¡Avanza!
“Pero hay un Dios en los Cielos”
Por: Carlos Puyol Buil

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